COSTA RICA: UN PAÍS SIN EJÉRCITO |
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Esta es una nota de una serie de documentos y trabajos que estamos dispuestos a presentarle al lector con el correr de los días, sobre la importancia de la CELAC.
Pretendemos desde aquí, poner sobre el tapete aquellas tradiciones político-socio-históricas que nos unen con el resto del continente y resaltar la importancia de este organismo que excluye al principal opresor de estos pueblos libres, EE. UU. Y exponer una serie de notas referidas a cada país integrante del mismo.
“Somos un país porque fracasamos en integrar una Nación” decía Ramos, quizás la historia 200 años después nos de revancha.
El país centroamericano dejó de ser colonia del Imperio Español allá por 1821, en tiempos de la Revolución Americana, el avance napoleónico en Europa y el comienzo de la intromisión yanqui hacia el sur de sus fronteras. No obstante, Costa Rica formalmente se autoproclamó, el 31 de agosto de 1848 como República Soberana e Independiente.
Las costas “ricas” que abrazan dicho país, que dieron origen a su nombre, eran propiedad de las familias hacendadas que controlaban, no solo la economía, sino también el Gobierno. Sin embargo, costas adentro la situación era distinta.
A principios de 1830 Costa Rica se encaminaba a formar parte de la División Internacional del Trabajo, incorporándose como país agroexportador. El avance del cultivo de café y de banana luego, atrajo la atención de los consorcios yanquis que prontamente se aprestaron a instalarse en dicho país.
Respecto del cultivo de café, en un primer momento fue promovido desde el Estado, quien entregó tierras y semillas a pequeños productores para su siembra. Estos productores luego se veían en la obligación de venderles la producción a los propietarios de las plantas de procesamiento que en definitiva eran quienes lo exportaban. Estos últimos compraban a bajo precio y vendían a precio internacional. Este es el origen de la oligarquía costarricense que poco a poco fue monopolizando las tierras y el cultivo del café. A la vez que se constituía como principal aliado del capital extranjero.
Respecto de la plantación de banana, fue la miel que hizo las delicias de la United Fruit. Este consorcio norteamericano controló el monopolio y las tierras de dicho país, en cuanto a la producción y comercialización de banana, así como en gran parte de los países de Centroamérica como hemos hecho mención en notas anteriores.
En el caso de Costa Rica, el avance de la United Fruit trasciende el concepto de lo que se conoce como mecanismos de intervención indirecta ya que es un claro ejemplo de injerencia por parte de un consorcio internacional en la política interna de un país
Un país sin ejército
Tras la crisis del 29, este pequeño Estado no encontraba forma de hacer frente a la misma, ya que día a día se desplomaba el precio del café en los mercados internacionales. Las clases más postergadas transgredieron la historia y el “orden” en Costa Rica y decidieron sublevarse ante las clases oligárquicas que sometían al país al atraso.
“El presidente Calderón Guardia trató de ofrecer a los trabajadores insatisfechos un ‘nuevo trato’, mediante la aprobación de reformas sociales que evitaran una revolución social. Las reformas calmaron a la clase trabajadora, pero suscitaron el antagonismo de los más adinerados” (1). De esta manera la oligarquía costarricense se negaba a convidar las migajas de sus enormes beneficios al resto del país. En 1948, el fraude electoral sirvió de pretexto para que la indignada oposición fogoneara la Guerra Civil, que duró un mes. El líder del movimiento de insurgencia y del Ejército de Liberación Nacional fue José Figueres Ferrer, quien en ese tiempo era un granjero conocido como “Don Pepe”.
Imagen de José Figueres Ferrer en la moneda costarricense.
Al final de la Guerra Civil, el entonces presidente Don Pepe, introdujo ciertas modificaciones institucionales encaminadas hacia lo que él denominaba “La Segunda República”. Dentro de las muchas reformas implementadas por Don Pepe, estaba la decisión de abolir el ejército. Esta medida poco feliz trajo grandes consecuencias al país.
“La decisión de abolir el ejército, dio como resultado que una mayor parte del presupuesto del gobierno fuera destinada a proporcionarles a los pagadores de impuestos, educación, cuidados médicos, y otros servicios. También, colocó a Costa Rica dentro del foco mundial como una fuerza neutral en una región abatida por la guerra. Históricamente, Estados Unidos ha sido el principal aliado y fuente de asistencia extranjera. Para garantizar la integridad y seguridad del país, los gobiernos costarricenses incrementaron sus lazos con Estados Unidos, y se han convertido en un importante aliado moral para esta potencia mundial” (2).
Este hecho singular, el de ser el único país de Latinoamérica que no cuenta con un ejército propio, determinó que Costa Rica haya sido desde entonces una mera base norteamericana.
Como decía Jorge Abelardo Ramos, el Ejército en una semi-colonia, como es el caso de los países latinoamericanos, está presente en toda la vida nacional a lo largo de su historia. En el caso argentino: “En lo que a nosotros respecta, no será ocioso recordar que el Ejército argentino está presente a lo largo de ciento cincuenta años de vida independiente. Está presente para bien y para mal, al servicio del país y en contra de él, ha sido mitrista y montonero, porteño y nacional, artiguista y antiartiguista (Ramírez y López), roquista y portuario, yrigoyenista y antiyrigoyenista, peronista y antiperonista, librecambista y proteccionista, aliado al pueblo y convertido en policía militar, defensor del Puerto y constructor de la unidad del Estado, exterminador de gauchos y conquistador del Desierto. Ha sido todo eso y quién sabe que destino le aguarda” (3).
Al igual que en la Argentina, en Costa Rica el ejército fue quien forjó la independencia y a su vez quien reprimió a los campesinos. Es decir, nacional o antinacional dependiendo los intereses que represente. Este se encuentra sometido al carácter que el Estado asuma, ya sea en defensa de las clases postergadas, motor del progreso histórico, o de las clases parasitarias aliadas al capital extranjero.
El Ejército y la Revolución Nacional
La actual Presidenta de Costa Rica, la politóloga social-demócrata del Partido Liberación Nacional, Laura Chinchilla Miranda (la primera mujer en ocupar ese cargo en su país) ha incluido al mismo como miembro de la CELAC y actualmente apuesta al camino de la unión (político-comercial) con los países hermanos del continente, hecho que no deja de entusiasmarnos como latinoamericanos.
Sin embargo, Costa Rica tiene aún deudas pendientes por delante como lo es el hecho de reconstruir su ejército nacional para la defensa de sus recursos, y de esta forma defenderse del pillaje extranjero. Sabemos que este siglo estará signado por la disputa de los recursos en el mundo y Latinoamérica como principal poseedora de los mismos deberá luchar por conservar la riqueza de las actuales y futuras generaciones.
Enfrentando esta posición, el gorilaje “progresista”, tanto argentino como latinoamericano, hace gala del hecho de que Costa Rica no posea ejército propio, e intentan mostrarlo como un ejemplo de país “civilizado” y no bélico. Pero nada dicen de las bases yanquis. Debemos recordarles que San Martín, Bolívar, Belgrano, entre otros, eran militares al mando de un ejército.
Sostenemos, a pesar del gorilaje tilingo, que es necesario que sean expulsados los más de 7.000 marines que actualmente se encuentran asentados en suelo costarricense. Prerrequisito fundamental para la liberación de Costa Rica y Latinoamérica en su conjunto.
“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto, no defenderla” (General Don José de San Martín).
Notas:
(2) Íbid.
(3) El Ejército y la Revolución Nacional
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