“Vine aquí con un mensaje de un pueblo valiente y orgulloso: ‘Palestina está renaciendo’, este es mi mensaje. Que todos los pueblos del mundo apoyen al pueblo de Palestina conforme avanza decididamente hacia su cita con la historia, la libertad y la independencia ahora mismo, y ojalá no tengamos que esperar mucho”(Mahmoud Abbas).
Hacia finales de 1945 y una vez concluida la II Guerra Mundial (1) se conforma un nuevo reacomodamiento de fuerzas a nivel mundial que determina un nuevo “orden”. En este marco, el 24 de octubre de ese año se crea la Organización de Naciones Unidas, con el objeto de “crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional (…) promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad” (2). Una especie de “gobierno del mundo”, que surge al calor de las potencias triunfantes para que arbitrase las relaciones de los distintos estados a los efectos de evitar futuros conflictos armados como solución a la disputa de intereses.
No obstante, los hechos determinaron que este nuevo organismo al igual que otros (Banco Mundial -1944, FMI - 1945) funcionaran como herramientas al servicio de aquellas potencias, principalmente de EE.UU., para extender su influencia al resto del mundo.
El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Nueva York, aprobó la Resolución 181, la cual recomendaba un plan para resolver el conflicto entre judíos y árabes en la región de Palestina, que se encontraba en esos momentos bajo administración británica. El plan de la ONU consistía en partir el Mandato británico en dos Estados, uno judío y otro árabe. Lo cual determinó que al poco tiempo se crease el Estado sionista israelí, que poco a poco se expandiría de los márgenes trazados por Naciones Unidas, y que recibió por parte de la comunidad internacional el reconocimiento como nuevo Estado en 1948. Esto tuvo como consecuencia la resistencia palestina que se negaba a aceptar la imposición internacional de dividir el territorio que consideraban propio, lo cual le valió el no reconocimiento como Estado, y daría inicio a la guerra árabe-israelí de 1948 y los sucesivos enfrentamientos entre árabes y judíos que se mantienen hasta la actualidad.
El objetivo trazado por Washington fue y es el de contar con un aliado que le permita controlar la región de Oriente Medio. Israel se convirtió en el representante de la democracia occidental en la región y la punta de lanza de los intereses imperiales de EE.UU. Para ese entonces el mundo comenzaba a transitar la unipolaridad de la mano del american wife of live.
Cambio de las relaciones de fuerza ¿Hacia un mundo multipolar?
La reconocida publicación francesa Le Mond Diplomatique, en su edición especial mayo-junio, titula: “El fin del primer mundo”. De esta manera, sostienen sus especialistas, que el mundo avanza inexorablemente hacia la multipolaridad ante la caída del poderío que ostentaba hasta hace pocos años los Estados Unidos. Más complejo aún, por esto de que en política el poder carece del vacío, aclaran que China, al igual que otros países emergentes (Rusia, Brasil, India, Turquía, Sudáfrica), empiezan a ocupar los espacios cedidos por el gigante del norte, hoy sumido en una profunda crisis (3).
La crisis rentístico financiera que estalló en 2008 determinó el inicio de un nuevo ciclo, no sabemos cual. De lo que estamos seguros es de la ruptura de los cinco monopolios de los que habla Samir Amín y del surgimiento de nuevas relaciones de poder. Actualmente ya no hegemoniza, Norteamérica, la escena mundial como en otros tiempos.
Esto ha determinado, frente al nuevo escenario, que pese a las presiones y amenazas de Washington y Tel Aviv, las Naciones Unidas reconocieran a Palestina como miembro observador, es decir, como Estado que participa en calidad de observador no miembro.
En una votación histórica de la Asamblea General, la resolución impulsada por el líder palestino, Mahmud Abbas, contó con 138 votos a favor, nueve en contra y 41 abstenciones.
“Palestina contó con el apoyo de regiones enteras como América del Sur, de las grandes potencias emergentes (China, India, Rusia, Brasil) y de importantes países europeos encabezados por Francia. Por contraste, la posición israelí en contra del reconocimiento, si bien generó un fuerte apoyo de Estados Unidos, quedó prácticamente reducida a un puñado de países” (4). Esto muestra a las claras lo descripto anteriormente.
Esta votación se da en momento crucial en las negociaciones entre Israel y Palestina para levantar el bloqueo en la Franja de Gaza y frenar las colonizaciones en Cisjordania. “La aceptación del Estado palestino implica la aceptación del territorio palestino. Por ende, ya no se podrá hablar tan fácilmente de “territorio en disputa”, como rutinariamente hace el gobierno israelí al referirse a Cisjordania y el este de Jerusalén en los foros internacionales. A partir de ahora, para la ONU, Cisjordania y el este de Jerusalén son ‘territorio ocupado’ ” (5).
El Estado expansionista
El gobierno israelí, a cargo del genocida Netanyahu, se encuentra alarmado al saber que Palestina, como Estado observador de la ONU, puede llevar las acciones militares israelíes a la Corte Penal Internacional para pedir su juzgamiento como crímenes de lesa humanidad. Algo similar alarmaba a los altos mandos nazis cuando veían acercarse el final de la guerra y la derrota del eje, ya que serían juzgados por los crímenes realizados al pueblo judío ¿Casualidad? No. ¡Vaya ironía del destino!
“Es fatigoso reiterarlo, pero el terrorismo ideológico que prima en torno del problema obliga a hacerlo: no cuestionamos la existencia de Israel, entendemos plenamente la huida hacia adelante de los judíos europeos ante la bestialidad del antisemitismo y del nazismo y su épica búsqueda de un hogar nacional. El problema consiste en que esa legítima aspiración se complicó con los resabios del colonialismo decimonónico y su carga de racismo respecto de los pueblos considerados inferiores. Esa mezcla resultó ideal para contribuir al diseño de un mundo árabe balcanizado, sometido a la férula de occidente y combatido en todos sus intentos por darse una revolución nacional que lo modernizase y lo hiciera dueño de su riqueza energética, implacablemente saqueada por las potencias colonialistas” (6).
En este sentido, luego de la votación en la ONU, el Estado sionista ha decidido tomar represalias y desconocer lo manifestado por la comunidad internacional. El gobierno israelí anunció que construirá 3.000 viviendas más en colonias judías de Jerusalén oriental y Cisjordania, lo cual viola la soberanía territorial palestina, una vez más, a pesar de que los Acuerdos de Oslo (1993) le prohíben este tipo de medidas unilaterales.
“No importa cuántas manos se levanten contra nosotros”, dijo Netanyahu sobre la votación de la ONU, “no hay poder sobre la tierra que me haga renunciar a la seguridad de Israel”, que ocupa Cisjordania y Jerusalén Este desde 1967.
Ya en noviembre de 2011, tras el acceso de Palestina al estatuto de miembro integral de la Unesco, Israel también había acelerado la construcción en las colonias de Cisjordania, a la vez que su aliado yanqui retiraba el financiamiento al organismo a modo de protesta.
A esto, también se le suma, el anuncio hecho por el gobierno israelí de llevar adelante una sanción económica a los palestinos. “Israel ha decidido confiscar cerca de 92 millones de euros, correspondientes a la cuota mensual que transfiere a los palestinos en concepto de impuestos recaudados y que el Gobierno de Ramala utiliza para pagar salarios de los funcionarios. Esta suma resulta crucial para el funcionamiento de la débil economía palestina” (7). Lo cual ha suscitado la protesta de varios países, incluso de algunos otrora aliados de Israel.
Decía un clásico, que frente a la opresión de los países imperialistas (y expansionistas) los países de la periferia encuentran en el Estado su principal arma de defensa para proteger su soberanía, tanto económica como territorial. Celebramos el reconocimiento hecho al Estado palestino y nos solidarizamos con la causa de su pueblo, a la vez que condenamos el flagelo llevado adelante por el Estado genocida israelí a cientos de civiles.
Notas al pie de página:
(1) Entendemos que es una continuación de la primera. Una misma guerra con un lapso donde no existen combates bélicos, cuyo origen era el reparto del mundo por parte de las principales potencias.
(2) Preámbulo de la Carta de Naciones Unidas.
(3) Ver: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”,http://rinacional.com.ar/.
(5) Ibíd.
Hernán Ramón
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