martes, 27 de diciembre de 2011

NICARAGUA Y “EL FUTURO INVASOR”

La zona del Caribe nunca logro ser controlada totalmente por España mientras estas fueron colonias, a diferencia del resto de la América criolla, por lo que fue presa de una barbarie aun peor producto de fuerzas centrifugas internas y una asechanza continua de potencias coloniales como Gran Bretaña y EE. UU.

Tanto las oligarquías portuarias como la intromisión imperialista han usufructuado las riquezas de las viejas “Provincias Unidas de Centro América” a tal punto, que aún hoy estás “provincias” devenidas en repúblicas siguen sin poder controlar soberanamente sus recursos.

De los filibusteros a los marines

Todo el siglo XIX en Nicaragua fue una sucesión de rivalidades y conflictos entre liberales y conservadores. Los liberales tenían su asiento en la culta ciudad de León (sede de la Universidad), mientras los conservadores hacían de Granada su feudo económico y comercial.


A mediados de siglo se descubrió oro en California y miles de aventureros se lanzaron a su búsqueda en lo que se ha dado en llamar "fiebre del oro". La afluencia de viajeros por el continente en busca de riquezas, originó la fundación de la llamada Compañía del Transito, propiedad del infame Cornelius Vanderbilt, un pirata que financiaba aventureros que saqueaban las riquezas de distintos países y que contaba con ejércitos mercenarios capases de someter a ciudades enteras para luego despojarlas de sus riquezas.


Las rivalidades entre conservadores y liberales y las apetencias de Vanderbilt, junto con la ambición de unos aventureros sin escrúpulos propiciaron la invasión filibustera de Nicaragua. En 1855 un aventurero llamado William Walker fue llamado por  los liberales de León para participar en su guerra contra los conservadores (los sectores reaccionarios como esta oligarquía culta llamaban a un libertador yanqui, luego de haber enfrentado a patriotas criollos como Morazán, Bolívar y el General Barrios que lucharon por la unión nacional, facilitando la expoliación extranjera a sus socios del norte). Walker llegó a Nicaragua con 56 mercenarios (conocidos como "filibusteros") y al poco tiempo se había apoderado del país haciéndose nombrar presidente, “este delincuente de género extraordinario tenía arrestos de matamoros, sabiéndose respaldado por la Casa Blanca (1). En el transcurso de la guerra Granada fue arrasada, se instituyó la esclavitud (con la idea de incorporar Nicaragua a los Estados Unidos como un estado esclavista más) y se declaró el inglés como idioma oficial de Nicaragua.


Los hermanos América Central reaccionaron al llamado de la Patria Grande y en 1857 Walker fue derrotado. Una nueva expedición de Walker en 1860 fracasó y poco tiempo después fue ajusticiado por el gobierno hondureño. “Vencido, llegó en compañía de sus acólitos a Nueva Orleáns, donde fueron recibidos como héroes nacionales. En realidad, lo eran. Intentó luego por tres veces invadir Centroamérica. A la tercera, fue capturado por una fragata inglesa, entregado a las autoridades hondureñas, juzgado y fusilado en 1860. ¡Rara victoria de la justicia! Siempre aparece en el horizonte de todo conflicto, por lo demás, una oportuna fragata del Imperio. Sobre todo si se trataba, como en este caso, de moderar el excesivo apetito de Estados Unidos” (2).   

Zelaya y la segunda invasión

Los ingleses instituyeron un auténtico protectorado en la costa del Pacífico e incluso se llegó a proclamar, por su interpósita un “rey Miskito” (los miskitos eran una tribu originaria cipaya que comerciaba desde los tiempos de la colonia con los ingleses, estos nativos oponían sus intereses comerciales incluso a costa de su propio territorio).


El presidente José Santos Zelaya, llegó al poder en 1893 y recuperó la costa del Pacífico para el país y depuso al llamado "rey Miskito". Sin embargo, pronto chocó con los intereses norteamericanos que organizaron en 1909 una trama para derrocarlo del país. Para desgracia de Zelaya y de los nicaragüenses, su país era escenario de la disputa por las riquezas de América por parte de las principales potencias de la época.


Los marines norteamericanos invadieron el país y en los años siguientes la política nicaragüense fue dirigida completamente por el “gran hermano del Norte”. Los marines permanecieron en Nicaragua hasta 1925, pero regresarían en 1927. 


Sandino y la lucha por la liberación


Para tener conciencia de cómo la jactancia del imperialismo norteamericano no ha encontrado límites en Latinoamérica vale mencionar un hecho concreto, para muestra sobra un botón: En 1783 Estados Unidos poseía 2.308.845 kilómetros cuadrados. En 1945, por compra, conquista u otros medios, había llegado a 12.106.783 kilómetros cuadrados.


Pero la intromisión en forma directa (marines) no siempre se dio de manera “ilegal”. En 1911 Nicaragua se encontraba tan endeudada con la banca norteamericana que destinaba todas sus rentas estaduales al pago de la deuda externa. En diciembre del mismo año, Washington instaló como presidente de Nicaragua a un ex empleado de La Luz and Los Ángeles Mining Company, llamado Adolfo Díaz. Una vez en el poder, Díaz suscribió un Tratado con Estados Unidos en el que permitía la intervención de los marines en Nicaragua. Lo cual se hizo efectivo un año más tarde. La ocupación militar duró de forma permanente hasta 1933, garantizando buenos negocios a los banqueros de Walt Street. 


Sandino era un obrero que había estado trabajando en las plantaciones de banano y caña de azúcar de Honduras y Guatemala y en las empresas petrolíferas de México. Con algunos ahorros producto de su trabajo volvió a Nicaragua y compró armas para intervenir en el conflicto interno entre liberales y conservadores. Sandino no aceptó nunca el Tratado firmado por Díaz y mantuvo una lucha sin cuartel para liberar Nicaragua de los marines norteamericanos. Su “pequeño ejército loco” mantuvo en jaque durante varios años a las tropas yanquis y finalmente fue necesario que éstas se retiraran y dejaran en su lugar a un cuerpo recién formado: la Guardia Nacional (una especie de ejército cipayo defensor de los intereses anti-nacionales).


Anastasio Somoza García, jefe de la Guardia Nacional urdió en 1934 un complot para asesinar a Sandino y hacerse con el poder. En 1936 derrocó al presidente Sacasa y se proclamó presidente tras unas elecciones llenas de irregularidades celebradas en 1937. A partir de este año, Somoza dirigió el país con mano de hierro, reformó la constitución y se alió con los Estados Unidos, país que apoyó su régimen dictatorial.

Acumuló tierras y riquezas y se hizo dueño de algunas de las empresas más productivas del país. Este militar no renegaba de sus posesiones, cuando fue preguntado acerca de la cantidad de fincas que poseía no dudo en decir: “que yo sepa sólo tengo una finca y se llama Nicaragua”. Con esta misma soberbia oligárquica los Somoza gobernaron Nicaragua hasta 1979.


Daniel Ortega y el FSLN


En 1962 Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), una organización armada que pretendía acabar con la dictadura de la familia Somoza. Fue en junio de 1979, Fonseca ya había muerto en manos de la Guardia Nacional, que los sandinistas celebraron el triunfo de su revolución.


Se formó una junta de 5 miembros para administrar el país y Daniel Ortega, un comandante sandinista, fue nombrado coordinador. Se anuló la constitución somocista y se inició la obra de reconstrucción del país. Se llevó a cabo una intensa campaña de alfabetización, se nacionalizaron las tierras y propiedades de la familia Somoza y de sus más importantes colaboradores. Se dieron los primeros pasos para mejorar la atención sanitaria y para llevar a cabo una reforma agraria. El proyecto sandinista no pasaba por el reparto indiscriminado de tierras a los campesinos, sino por el agrupamiento de éstos en cooperativas de trabajadores. Por otra parte, muchos nicaragüenses afines a Somoza emigraron  a Miami donde constituyeron, junto con los cubanos exiliados, un poderoso grupo de influencia en la política norteamericana.


Una parte importante de la Guardia Nacional se refugió en Honduras y Costa Rica y, ayudada y financiada por Estados Unidos, inició una guerra contra el gobierno sandinista. En el curso de esta guerra las atrocidades fueron enormes y los recursos dedicados a la misma cada vez eran mayores. Las cooperativas de campesinos fueron el blanco preferido de los contrarrevolucionarios.  


La guerra dificultaba las comunicaciones, consumía recursos ingentes y ocasionaba una gran escasez en el país. El gobierno de Estados Unidos fue condenado por el Tribunal Internacional de la Haya y requerido, sin éxito, para que cesase en su guerra de agresión contra Nicaragua. En 1984 los sandinistas vencieron en unas elecciones supervisadas atentamente por observadores internacionales y Daniel Ortega fue elegido presidente. 


La guerra de agresión continuó y en 1985 los Estados Unidos decretaron un embargo comercial contra Nicaragua. Estalló el escándalo Irán-Contra cuando se descubrió que la CIA vendía armas a Irán (contraviniendo el bloqueo decretado por las Naciones Unidas) y con el dinero obtenido apoyaba a la "contra" nicaragüense. También se descubrió el pago de armas con cocaína  y el desvío de armamento supuestamente destinado a otros países hacia la "contra" nicaragüense.


Para financiar la guerra, el gobierno sandinista recurrió a la devaluación de la moneda, el pobre país se veía sometido a una guerra desigual y dedicaba a veces hasta la mitad de su presupuesto a la guerra. La perfidia yanqui impedía así, que muchos nicaragüenses pudieran comer todos los días.


La intervención de otros países, en el marco de unos acuerdos de paz globales para la región (en aquella época había conflictos armados en Guatemala y El Salvador) se tradujo en la celebración de nuevas elecciones en 1990 que, contra todo pronóstico, fueron ganadas por una coalición derechista, la UNO (Unión Nacional Opositora).


Se puso en marcha un duro plan de ajuste económico que logró, mediante un cambio en la moneda, contener la inflación galopante, a costa de hundir en la miseria a amplias capas de la población. De esta manera, Nicaragua se sumaba a los países de la región en sintonía con el Consenso de Washington.


De Rubén Darío a Daniel Ortega


Tras haber ganado las elecciones en 2006 y 2011, Daniel Ortega a puesto a Nicaragua en su senda histórica y hoy forma parte de la ola americanista que recorre el continente. La CELAC es el ámbito natural para que los países miembros encontren el destino común que nos libre definitivamente “del futuro invasor”, que se encuentra como siempre sediento de recursos que forman parte y pertenecen soberanamente a la Nación Latinoamericana.

¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.

Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! (3)


NOTAS:

(1) Jorge Abelardo Ramos “Historia de la Nación Latinoamericana
(2) Jorge Abelardo Ramos “Historia de la Nación Latinoamericana
(3) Rubén Darío “A Roosevelt” 

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