lunes, 3 de diciembre de 2012

CUBA: CÉSPEDES, MARTÍ Y CASTRO EN LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA


Esta es una nota de una serie de documentos y trabajos que le estamos presentando al lector con el correr de los días, sobre la importancia de la CELAC.
Pretendemos desde aquí, poner sobre el tapete aquellas tradiciones político-socio-históricas que nos unen con el resto del continente y resaltar la importancia de este organismo que excluye al principal opresor de estos pueblos libres, EE.UU. Y exponer una serie de notas referidas a cada país integrante del mismo. 
“Somos un país porque fracasamos en integrar una Nación” decía Ramos, la historia 200 años después nos da revancha.


La isla de Cuba si bien fue conquistada por la corona española, durante algún tiempo fue, también, parte del sistema colonial británico que introdujo “el comercio libre, la lectura de Adam Smith y la masonería”[1]. Luego de un tratado, en 1763, la isla regresó a manos de los españoles.



Por ese entonces Cuba era un importante emporio azucarero y un gran importador de mano de obra esclava, fundamentalmente de África y América del Norte. Los 147.000 esclavos representaban algo así como 11 millones de libras esterlinas. Es por esto que los hacendados criollos de entonces no se involucraron cuando estallaron las guerras de la Independencia por miedo a perder en una aventura revolucionaria su importante capital, es decir, preferían seguir siendo parte de España.

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar[2].

Cuba atravesó gran parte del siglo XIX “entre los españoles, los ingleses y los norteamericanos”, estos últimos miraban con celo dicha factoría española, “de un lado, y del otro, la codicia de los hacendados criollos, a la vez ilustrados y esclavistas”[3].

En 1868 un grupo de estancieros comandados por Carlos Manuel de Céspedes se levantaron contra España reclamando la Independencia de Cuba. Céspedes pertenecía a los hacendados del sur, los cuales eran más pobres que sus parientes del norte, los azucareros. Si bien lograron movilizar a unos 10.000 hombres en contra de la corona, entre negros y criollos, el movimiento fracasó.

Recién treinta años más tarde un nuevo levantamiento se alzaría en contra de España. José Martí, poeta y soldado, comandaría las fuerzas populares hasta su muerte en la batalla. El español Weyler sería enviado a la isla para sofocar a los rebeldes. Este, a quien apodaban el “Carnicero”, masacró a cientos de cubanos, propio del estado de descomposición del Imperio español, no fue más que un acto de debilidad ya que para ello debió desembarcar con 14.000 españoles para reprimir a unos cientos de rebeldes. Poco tiempo después el moribundo Imperio español emprendía su definitiva retirada.

Un imperio terminaba, y otro ocupaba su lugar en la isla. Luego de su independencia, además de las disputas internas, Cuba debió soportar la infección de diversos diplomáticos norteamericanos en su gobierno. Al no cesar las disputas entre distintos bandos de cipayos que alternaban en el gobierno, se originó la famosa Enmienda Platt, o sea, la intervención directa política y militar de EE.UU. “De este modo, el ministro de guerra norteamericano, Taft, se proclamó a sí mismo gobernador general de la República de Cuba en 1906, siendo sucedido en tal cargo por Charles E. Magoon”[4]. William Taft, luego sería presidente de Estados Unidos.

En ese entonces no existía ejército en Cuba, Magoon tuvo la particularidad de fundarlo, claro que un ejército típico de un protectorado y a la medida de un ejército de ocupación norteamericano. De este saldría Batista años más tarde.

Una vez retiradas las fuerzas estadounidenses, los gobiernos cubanos sucesivos estuvieron sometidos al poder de veto del embajador yanqui.

Fidel, de Sierra Maestra a amigo de Chávez
Durante los años 30 la crisis mundial impactó directamente sobre toda América Latina, debido a la brusca caída del precio de las materias primas en los mercados internacionales, lo cual lógicamente afecto la economía monoproductora de Cuba. Esto provocó el empobrecimiento de la pequeña burguesía, las capas medias y de los intelectuales vinculados a la universidad, los cuales se embanderaron en consignas nacionalistas anti-norteamericanas. Al caer el gobierno del entonces presidente Machado (1933), toma el control del mismo Fulgencio Batista.

Tanto Batista como su ejército pintaban de cuerpo entero a la sociedad cubana, amalgamada por la Enmienda Platt. Existía una importante clase media urbana propietaria de la tierra vinculada a una burguesía comercial portuaria, ambas ligadas a una pequeña burguesía profesional (abogados, contadores, técnicos, etc.). Todos ellos gozaban de las riquezas de una economía agroexportadora vinculada a los mercados internacionales y, a su vez, de los servicios que ofrecía La Habana, esa ciudad de turistas y apostadores. Sin embargo, el resto de la sociedad cubana se encontraba presa de esto.

Durante los años 50 el régimen policial en descomposición de Batista, regado de corrupción, ineptitud y amoralidad, comenzó a ser algo molesto para ciertos sectores acomodados de la sociedad, particularmente la clase media que veía sobresaltada su vida cotidiana por los atropellos de estos uniformados. En este cuadro emerge Fidel Castro, “líder estudiantil, hijo de terratenientes, resuelto luchador político y antiguo candidato a diputado por el Partido Ortodoxo de Eduardo Chibás”[5].

Luego del asalto al cuartel de la Moncada, Fidel se internó junto a un grupo de guerrilleros, entre los que se encontraba Ernesto “el che” Guevara, en Sierra Maestra para organizar la guerrilla que mantendría sin descanso al ejército de Batista. El 1 de enero de 1959 el hasta entonces presidente, junto a un puñado de seguidores abandona La Habana y el gobierno de Cuba. La Revolución Cubana con Fidel a la cabeza había triunfado.

“La Revolución cubana no sólo triunfó por la decisión revolucionaria de Fidel Castro sino ante todo por la descomposición general de la sociedad semicolonial cubana, la naturaleza policial de las fuerzas de Batista y el apoyo de la prensa norteamericana”[6], que encontraba en los abusos de Batista un impedimento para que existiese un país donde desarrollar buenos negocios. Ironías de la vida, el 2 de enero de 1959, el New York Times debió cambiar su tapa producto de una gran desilusión, el hecho de que Fidel no fuese de esos que se suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha sino que mantuviese su postura y su gran estatura política.

Actualmente Cuba, a pesar de seguir padeciendo el nefasto embargo económico impuesto ilegítimamente por EE.UU., “prevé superar la tasa de crecimiento económico de 3,4% prevista para 2012, gracias a un conjunto de inversiones estratégicas”[7], además “en política de salud, Cuba muestra un índice de mortalidad infantil menor de 6 por cada mil nacidos vivos en su primer año de vida (…) se encamina a menos de 5 y tal vez a menos de 4 en un futuro no lejano, para ocupar el primer lugar del continente”[8].

Mientras tanto, a los 86 años, luego de haber delegado el gobierno de Cuba en su hermano Raúl Castro, Fidel sigue manteniendo su incansable espíritu luchador. Este excepcional político de América Latina mantiene su “frente de batalla” a través de sus Reflexiones:

“Chávez, un militar venezolano de humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela inspirado en las ideas del libertador de América (…) En el escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y externos de la revolución prefieren el caos (…) Todo nos une más que a Europa o a los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia que nos han impuesto durante 200 años”[9].




[1] RAMOS, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana, Ed. Peña Lillo, 2011, CABA.

[2] MARTÍ, José, Nuestra América, http://www.agendadereflexion.com.ar

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.


[8] RAMONET, Ignacio, Fidel Castro Biografía a dos voces, Ed. Debate, 2006, Bs. As.




Hernán Ramón

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