“Ustedes han pedido la paz. Nosotros estamos dispuestos a
dársela. Ahora les entregaremos un libro con nuestras condiciones” George Clemenceau.
“En países como Grecia, España y Portugal, la gente no tendría que
jubilarse tan pronto, en todo caso no antes que en Alemania, y los asalariados
tendrían también que trabajar un poco más” Ángela Merkel.
Hacia 1922, el drama de la Gran Guerra había concluido. Comenzaba
el drama de la paz, que para Alemania tendría tan graves consecuencias como el
anterior. Dicho
país se convirtió en el botín de los
vencedores y su soberanía sería aplastada por la tinta
del célebre tratado.
“La sola lectura de las
estipulaciones del Tratado de Versalles resulta suficiente para penetrar la
rapacidad y la perfidia que habían distinguido la guerra por ambos bandos, así
como la verdadera naturaleza de la lucha por la «democracia». El criterio
dominante de los vencedores residía en aniquilar a Alemania como potencia (…)
Alemania fue desarticulada y reducida a la indigencia más espantosa” (1).
En total, Alemania perdió 6 millones de habitantes y
territorios ricos en materias primas e industrias, que fue distribuido por las
potencias victoriosas.
“El importante capítulo de las reparaciones era una de
las partes más sustanciales del Tratado de Versalles. Los aliados exigieron a
Alemania la entrega inmediata de 20.000 millones de marcos oro... Para
facilitar el pago de las reparaciones, se autorizó a Alemania a entregar parte
en especies” (2).
Lo ya padecido por los alemanes a principios de siglo
pasado, parece ser el futuro (y presente) para griegos, españoles, irlandeses.
Sólo que esta vez, quien impone las condiciones es Alemania.
Maastricht, el
comienzo del drama
Para analizar la crisis en que se encuentran inmersos los
países de la periferia europea debemos remontarnos al tratado que dio origen a
la, hoy cuestionada, Unión Europea.
El origen y destino de esta se ata a dicho tratado. El
mismo, dio origen a la comunidad que luego se vio ampliada por el ingreso de
otros países, como Grecia.
No pocos analistas, entre ellos Paul Krugman, consideran
un error por parte de la “periferia” haber ingresado a la unión. Debemos tener
en cuenta que el ingreso a un mercado
común (monetario y fiscal) por parte de países como España, Grecia o Portugal,
implicó que aceptaran competir con las potencias más industrializadas de
Europa, como Francia y Alemania.
En esta competencia desigual el resultado fue que en
aquellos países poco industrializados, la opción fuese tener que endeudarse
para poder subsistir ¿Con quién? Con sus pares mayores.
Además esta situación se vio agravada por el artículo 104 del Tratado de Maastricht, que consagró la
prohibición de los bancos centrales a financiar sus gobiernos. Una condición
completamente absurda desde el punto de vista económico y financiero, que solo
beneficia a la banca privada (francesa y alemana).
Muestra de esto es que los bancos europeos
habrían recibido alrededor de unos siete billones de euros, desde que se
ratificó el Tratado de Maastricht, en concepto de intereses. Un dinero que en
lugar de haberse dedicado a financiar preferentemente el desarrollo productivo
europeo, ha sido el que ha alimentado la especulación financiera.
Esta, es la razón que produjo la formación de
burbujas financieras que al estallar se han llevado por delante a economías
enteras. Afectando también las cuentas multimillonarias que los bancos europeos
mantienen en los paraísos fiscales o que se dedican a financiar todo tipo de
crímenes y delitos, como el tráfico de armas, personas, drogas, etc.
El Tratado de Maastricht es el responsable original de que
los Estados europeos estén maniatados a la hora de hacer política económica. Ya
que corta de raíz la soberanía económica de los mismos.
Los estados europeos vienen pagando a la
Banca privada unos 350.000 millones de euros cada año en concepto de intereses,
desde que dejaron de ser financiados por sus antiguos bancos centrales y
después por el Banco Central Europeo.
“La arquitectura financiera de la Eurozona está pensada
para eliminar el control de los gobiernos democráticos en dos ejes de políticas
clave: tasa de interés y tipo de cambio, ambos de suma importancia para las
economías de Europa; pero también para los acreedores o especuladores privados
internacionales. Los tratados de la Eurozona garantizan que estos ejes
cruciales de la macroeconomía sean dejados bajo el control de esos acreedores y
especuladores sin responsabilidad alguna, definidos por los neoliberales como
“las fuerzas del mercado”” (3).
La solución mágica para aquellos países
deudores fue el ajuste. Las declaraciones del Primer Ministro de Luxemburgo
fueron directas: “Grecia perderá parte de su soberanía inevitablemente”.
De Clemenceau a Merkel ¿Hacia un nuevo Versalles?
Al lado del exultante
Clemenceau se sentaban Wilson (EE. UU.) y Lloyd George (Reino Unido). La
redacción del tratado de Versalles pasó exclusivamente por sus manos y por las
de un puñado de “capitanes” de industrias de sus respectivos países.
El artículo 231 del Tratado de Versalles consideraba a
Alemania como única responsable de la guerra y, alguien debía pagar la cuenta.
En nuestros días, la encargada de imponer las condiciones
y de fijar las reglas es Ángela Merkel. Tal es así que, no podemos dejar de
mencionar las semejanzas entre las imposiciones de Versalles y las condiciones
que actualmente se le imponen a la periferia europea. En este caso, también,
los derrotados por la crisis son mostrados por sus victimarios como los únicos
responsables.
“En el año 2009, los números rojos del
conjunto de los veintisiete miembros alcanzaron los 807.996 millones de euros,
un 6,9% del PIB comunitario. Tres años después, el déficit se ha reducido un
36,3% hasta los 514.087 millones (el 4% del PIB). En este período, las mismas
recetas han saltado de un Estado a otro. Por ejemplo, más de la mitad de
estados miembros ha aprobado subidas del IVA, no es el caso de Alemania” (4).
En estos números, que intentan mostrar un
supuesto avance económico de la zona euro, se apoya Merkel para decir que la
austeridad debe seguir su curso.
Desde el inicio de la crisis, en 2008-2009,
la regla fue que ante cada elección en un país de la Unión Europea, el
oficialismo caía, independientemente de su orientación política. El 22 de
septiembre, Ángela Merkel no sólo logro ser ratificada, sino que estuvo a punto
de obtener mayoría propia para sus demócrata-cristianos. Algo de lo que ningún
líder de ese partido había sido capaz desde los tiempos de la fundación de la
República Federal de Alemania (RFA), bajo la guía de Konrad Adenauer. Los
votantes alemanes parecieron guiarse por el viejo principio pragmático de no
arreglar lo que no está roto. Por lo que ratificaron un liderazgo bajo el cual
la economía de su país salió rápidamente y con impulso de la recesión de 2009
¿A costa de quién? Veamos.
Datos del
segundo trimestre de 2013 (en millones de euros)
|
||
País
|
Deuda
|
% PBI
|
Italia
|
2.076.182
|
133,30%
|
Grecia
|
316.969
|
169,10%
|
Portugal
|
214.801
|
131,30%
|
España
|
943.410
|
92,30%
|
Irlanda
|
204.495
|
125,70%
|
Lo anterior, muestra a las claras la política
de endeudamiento a la que fueron sometidos muchos Estados europeos, a la sazón,
la razón fundamental de: la enorme masa de intereses percibidos por la banca
privada y la causa de que las decisiones económicas de muchos Estados sean
tomadas por la “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo
y FMI).
La canciller alemana, ha afirmado que los miembros de la eurozona deben
estar preparados para ceder el control sobre ciertos ámbitos de la
política a las instituciones europeas. Si el bloque quiere realmente superar su
crisis de deuda y recuperar a los inversores internacionales.
“Ni un céntimo más a Grecia hasta que cumplan, y pueden
citarme textualmente”, advirtió Merkel ante el Parlamento de su país. La
canciller recordó que el aporte alemán a los rescates de los países europeos en
riesgo tiene como contraparte “la responsabilidad”. Y deslizó que hay problemas
con la aplicación del programa “acordado”, en especial en el terreno de las
privatizaciones.
Por su parte, los representantes del FMI siguen
monitoreando de cerca las reformas que exigen al gobierno griego a cambio de la
ayuda financiera. Las últimas recomendaciones obligan a una reducción del
salario mínimo de los 586 euros actuales a 350, y sin seguros sociales ni
derechos laborales. Estas medidas -aseguran- contribuirían a recomponer la
“competitividad” de la economía helena. También piden la aprobación de una ley
contra las huelgas, que autorizaría a los empresarios a privar de sus derechos
laborales a aquellos trabajadores que realicen reclamos sindicales.
Como vemos, mientras Merkel y la troika abogan
por más “esfuerzos” de la periferia para salir de la crisis, muchos países han
visto perder gran parte de su soberanía y su porvenir. Mientras tanto quienes
deben responder por la crisis en Europa son los pueblos a los cuáles, los han
dejado indefensos ante la expropiación de su soberanía e incluso y el control
de sus propios Estados. Las condiciones impuestas por la banca privada (única beneficiada
de la crisis) a países como Grecia, España y Portugal, dan muestra de ello.
Notas:
(1) RAMOS,
Jorge A., 2006, Revolución y
contrarrevolución en la Argentina, Tomo 4, Edición del Senado Nacional.
(2) Ibíd.
(4) ¿A costa de quién?, http://www.rinacional.com.ar
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